El primer día, que llegué a la escuela Waldorf Meniñeiros,iba llena de emoción , ilusión y prejuicios . La emoción y la ilusión porque después de casi 25 años, por fin era profesora de Lengua y Literatura como siempre había querido. Y los prejuicios resultado del desconocimiento y de mi parte más escéptica.
Cuando entre en mi aula me encontré un grupo muy variopinto de alumnos , no más de 12 , pero de diferentes perfiles. Recuerdo que lo primero que pensé al verlos fue "parece la clase de los castigados de una peli americana de instituto" , y a los 5 minutos me enamoré de mi clase de " castigados" . Unos más atrevidos , otros más callados , los deportistas , la chica guapa , y el guapo , el inteligente que no sabe que lo es y el artista nato. Pero había algo que tenían todos en común y era " la sonrisa" . Todos sonreían , y ya sabéis todos lo difícil que es que un adolescente sonría a las 9 de la mañana dentro de un aula.
Al salir aquella mañana del colegio me di cuenta que Steiner ( el precursor del método Waldorf ) en su mundo antroposófico estaba lleno de razón. La naturaleza , el amor y la inclusión nos abren el corazón y el cerebro. La enseñanza es una cuestión de llegar al alma, se enseña de alma a alma y no de boca a oreja , decía Steiner.
No debemos olvidar que nuestros hijos no son objetos de una cadena de montaje , que cuando no salen como queremos se dejan de lado, y en la Escuela Waldorf estoy aprendiendo que todos llegamos , aunque no todos el mismo día , de la misma manera , y al mismo tiempo.
Waldorf no es un cole de hippies ,ni un cole de niños con necesidades , es un cole especial para personas especiales.
