EL OTRO día me dijeron que uno de los problemas de las madres cuarentañeras y cuarentonas de adolescentes es que se junta nuestra premenopausia con la adolescencia de los hijos. Al principio me quedé un poco chafada, ¿premenopaúsica yo? me dije al más puro estilo “mujer alterada”. Pero a los dos minutos me di cuenta de que a esa persona no le faltaba razón, yo ya no soy la que fui a mis treinta. Ya no tengo esa santa paciencia y esas ganas, que tenía cuando mi hija tenía 10 años, porque cuando mi hija era pequeña la tenía yo educadísima, que conste.
Desde que me hicieron esa apreciación me dedico a observar detenidamente la relación entre la adolescente y servidora, la madre premenopaúsica. Y me doy cuenta que la premenopaúsica de la generación del EGB no está preparada para procesar la información, que le da la adolescente del siglo XXI.
Sin ir más lejos, este fin de semana después de un cisma familiar, después de broncas, conversaciones, charlas y lloros. Y cuando digo después, quiero decir un minuto después del momento drama, nos pregunta que cuántos días podrá salir en Carnaval. Así en un plis plas cambiamos de tema, decimos eso de “haré lo que mis padres me dicen” y ahora pasemos a lo que realmente me importa, que soy yo.
Esa rapidez de reflexión y arrepentimiento no hay madre premenopaúsica que la tolere y creo que las treintañeras tampoco, lo que pasa es que a los treinta tienes menos hormonas alteradas y por ello menos histeria. Y es que, ¿cómo podemos estar negociando horas y días de salir cuando hace menos de 20 minutos estábamos discutiendo sobre la vida, las reglas y los límites? Y en el fragor de la discusión te ha dicho que ojalá se pudiera ir de casa y tú le has dicho que si se quiere ir pues eso que se vaya. Por cierto, contestación equivocada, las guías de educación te recomiendan que cuando te amenazan, tú les respondas con amor y no poniéndote más chula. Pero es que la mayoría de las guías no están escritas por madres, autónomas, que trabajan mañana y tarde y que ya no tienen edad para el drama queen.
Entonces volvemos de nuevo a donde estábamos, al cisma familiar, las broncas, las discusiones y las charlas sobre disciplina, reglas, límites y respeto. Un sin vivir este día a día de los cuarenta y tantos frente a los dieciseistantos.
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